La semana pasada conversamos alrededor de la importancia de nuestra postura o expresión corporal, su relación con las emociones y su utilidad para favorecer o no la toma de decisiones y por tanto el cambio.
Vimos también que el 90% de tus decisiones se basan en los pensamientos “guiados” por tus creencias subconscientes, formadas en tu infancia temprana.
Y ¿qué es y cómo se forma una creencia?
A través de la repetición en la infancia o de un alto impacto ya de adultos, en tu mente subconsciente se produce una relación entre una circunstancia, una acción y un resultado, que te hace creer que es una verdad absoluta, que no hay otro resultado posible.
No necesariamente tiene que ser algo vivido directamente, pueden ser frases repetidas por tus padres (sus creencias), actuaciones repetidas.
A través de la educación de tus padres y lo vivido en tu entorno, mediante el mecanismo de introyección, hacemos nuestras determinadas normas, conceptos (o) ideas sobre, por ejemplo, lo que está bien o mal, lo que te hace sentir bien o mal, etc, en edades que aún no podemos discernir.
¿Acaso pensabas que lo que piensas es tuyo?
Siento decirte que no, tus pensamientos se forman a través del tamiz de tus creencias subconscientes.
Estas creencias pueden ser limitantes, como por ejemplo que para ser feliz depende de lo que ocurre fuera de ti: “seré feliz cuando tenga pareja, seré feliz cuando gane más dinero”, etc.
La buena noticia es que también tienes creencias autoexpansivas o empoderantes, ya sean formadas en tu infancia o bien transformadas a través de procesos conscientes.
Por lo que, a partir aproximadamente de los 7 años, lo que piensas cuando tienes que decidir, se basa en tus creencias subconscientes, y es lo que determina tus acciones.
¿Cómo se si lo que pienso está basado en un tipo de creencias u otro?
Por los resultados que obtienes. Si el resultado es satisfactorio es que te has basado en una creencia expansiva y lo contrario, si el resultado no es satisfactorio es que la creencia que te ha guiado es limitante o errónea.
¿Te has pillado alguna vez conversando contigo misma?
Tu cerebro está programado para sobrevivir, para protegerte, y las creencias, aunque parezca lo contrario, se formaron para ello. Cuando quieres algo y formas un pensamiento con la mente consciente, no siempre es acorde con la creencia subconsciente y es cuando, incluso sin darnos cuenta, surge una “contradicción” entre la parte de que te quiere proteger y la parte que quiere, superarse.
En toda decisión surge el miedo, emoción que te protege ante un peligro, en nuestra sociedad peligro emocional, al león de la soledad, al tigre de la pérdida, al fracaso, a no ser suficiente.
Lo interesante es estar atenta a que seas tú y no el miedo quien decida por ti.
El cerebro entiende como no peligroso aquello que conoce, el círculo cercano de tus vivencias, la para mi mal llamada “zona confortable” (a mí me gusta más llamarle “zona conocida”) y todo lo que sea salir de ella, se considera peligroso.
El significado que tú le das a lo que quieres fuera de tu zona conocida, es lo que ayuda o no a salir de ella. Si los pensamientos que imaginan tu mente son negativos, el miedo toma el mando, si por el contrario elaboras pensamientos empoderantes (recuerda, transformando tus creencias), podrás caminar hacía tu objetivo.
No es lo mismo actuar con miedo, que, desde el miedo, cuando sales de tu zona conocida no quiere decir que ya no sientas miedo, si no que das un paso a pesar de sentirlo.
“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. (Atribuida a varios autores)
Cuando la “zona conocida” no solo deja de ser confortable, sino que también duele y no actúas de una forma consciente, aun creyendo que cambias, lo que haces es una huida hacia delante.
Aparentemente has cambiado tu forma de actuar, pero es el miedo, es decir tus creencias limitantes las que te han guiado y el resultado es insatisfactorio o “no duradero”.
Si por el contrario, si ante un cambio lo que impera es tu propósito interno, (crecer y convertirte en tu mejor versión), transformarás tus creencias y permitirás que tus acciones sean diferentes, con un resultado satisfactorio y permanente.
Es decir, no es lo mismo alejarnos del dolor que ir hacia el bienestar.
¿Qué te impulsa a ti a cambiar?
Comparte con nosotras, estaremos encantadas de leerte!
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Equipo de Equilibrio y Bienestar